Que si el naranja es el nuevo negro, que si los treinta son los nuevos veinte… Parece que en el ideario popular, estamos deseosos de que lo bueno se repita.
A la mayoría de personas dignas lo único que nos queda de las vacaciones es el olor a playa al guardar la ropa de verano y las fotos en el móvil hasta el próximo volcado en el ordenador; y sabemos que el mejor remedio contra una dura realidad consiste en crearse unas expectativas que ni la lechera en el cuento. Quedan casi tres meses para el primer puente importante, y casi un año para las próximas vacaciones, así que los buenos propósitos están a flor de piel.
Septiembre se convierte en la nueva excusa para prometer y prometerse dejar de fumar, ir al gimnasio, estudiar alemán o cocinar sano y bien. ¡Y qué bonito es!
Pero si ya estás en octubre fumando como en una boda, tirado en el sofá después de pagar un año de gimnasio, viendo reality shows menos interesantes que una conversación entre sus concursantes o cenando tortillas de sobras como si no hubiera un mañana, quizá te interese saber qué has hecho mal.
1. No has planificado. Aunque suene raro o artificial, para crear un hábito o propiciar un cambio en el comportamiento, la planificación lo es todo. Si te has propuesto mejorar tu alimentación sin tener en cuenta que este cambio incluye tanto tiempo e ideas para cocinar, como tiempo e ideas para pensar qué vas a comprar y cocinar, tiempo para comprar productos, tiempo para ubicar estos tiempos en tu apretada agenda, etcétera, te has pasado de listo/a. ¡Disfruta de tu pizza!
2. Te comparas demasiado. Cada persona es única e irrepetible, así que no esperes el cuerpo de Chris Pratt después de dos días haciendo el paripé en las máquinas de tu gym. Primero, porque puede que nunca llegues a ese nivel y segundo, porque los pensamientos en los que te comparas constantemente –con los que están a tu lado o los que están en las revistas- favorecen emociones negativas y otros pensamientos aversivos que no refuerzan tu cambio.
3. No te refuerzas. O no te quieres lo suficiente, como lo quieras llamar. Cada pequeño paso de un cambio merece ser reforzado y no esperes que lo hagan los demás, porque esta tarea te corresponde a ti. Animarte por cada cerveza que no te tomas o por cada cigarro que dejas a la mitad actúa aumentando la probabilidad de que ese comportamiento vuelva a suceder. No se trata de tener una animadora en la cabeza, si no de que te hables un poco mejor.
4. Tus objetivos eran demasiado absurdos. Como ya os explicábamos en esta otra entrada esta otra entrada del verdadero enero, los objetivos deben ser pequeños, medibles y alcanzarse. Estudiar a chino o no discutir con mi pareja no son buenos objetivos; dedicar media hora a estudiar los posibles horarios en los que ir a clase de chino o esperar diez segundos a pensar lo que voy a contestarle a mi chico/a cuando me manda bajar la basura sí lo son.
Tú en tu primer día de gimnasio
5. No te has comprometido. Efecto mega-estudiado, el cambio será más probable cuanto más gente se comprometa contigo a conseguirlo. Si tú y sólo tú sabe que va a dejar de fumar, la probabilidad de que no lo consigas es infinitamente más alta que si se lo cuentas a tu familia, que si le pides a tus compañeras de trabajo que no te ofrezcan cigarros o si te pones a ti mismo/a un tiempo razonable para cumplirlo.
Así que ya sabes, si quieres que octubre sea el nuevo febrero, ten en cuenta estos consejos y recuerda que en Terapia y Más te podemos ayudar a conseguir tus objetivos.
Daniel Santacruz. Psicólogo y Sexólogo en Terapia y Más.
