Nuestra última propuesta veraniega sobre cómo cambiar los hábitos alimentarios está dedicada a los aspectos sociales y culturales de la alimentación. Desde el blog de Terapia y Más hacemos un breve repaso de algunos factores culturales implicados en la alimentación.
Ya hemos dicho que alimentarse es algo más que comer y que la alimentación comprende tanto factores biológicos (qué alimentos se digieren antes, cómo nos saciamos y tenemos hambre…), como psicológicos (las habilidades que aprendemos para cocinar y comer, los pensamientos y creencias relacionados…); pero también una serie de factores asociados a la cultura (o culturas) en la que cada persona vive y que, generalmente, son difíciles de cambiar.
Los seres humanos somos seres gregarios, preferimos vivir en compañía de nuestros semejantes, al contrario que otros seres vivos. Esta vida en sociedad tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Sería imposible detallar todos los aspectos sociales y culturales que giran en torno a la alimentación, así que hemos hecho una selección de los más importantes.
CULTURA(S)
No cabe duda de que la alimentación es un aspecto crucial para cualquier sistema. Los alimentos que componen cada dieta varían enormemente de cultura en cultura, los hábitos culinarios y gastronómicos se aprenden y transmiten de formas diferentes, las costumbres gastronómicas son compartidas por personas de distintos puntos del globo, las personas viajan para probar y conocer distintos alimentos… Es imposible negar que la alimentación es cultura. Distintas comunidades, en distintos lugares y en distintos momentos históricos consumen distintos alimentos y de diferentes formas.
En países árabes es de buena educación tomar alimentos con las manos de un plato común, mientras que en países del norte de Europa les cuesta entender la idea de compartir un plato. En África central consideran el marisco como bichos del agua, en Europa son un plato de lujo y en el Sureste Asiático el plato de lujo se compone de saltamontes y hormigas. En ciertas culturas es tradición dejar algo de comida en el plato, mientras que para otras es la mayor falta de respeto… Comemos culturalmente.
Además, las culturas mediterráneas giran especialmente en torno a la alimentación. Por un lado, porque en esencia es muy sana, incluye muchas verduras y frutas, carne, pescado, legumbres, marisco… Y por otro lado, porque tradicionalmente la alimentación ha sido el nexo de unión entre distintos ámbitos de la sociedad: comercio, transporte, familia, educación, política, religión, etc.
La importancia de la alimentación para las culturas mediterráneas queda patente a ojos foráneos. En países como España se deja de trabajar para comer, se cierran negociaciones alrededor de banquetes, se estrechan lazos mediante cenas románticas, se conquista a amigos/as y parejas cocinando…
Por ello, en numerosas ocasiones, cuando una persona se plantea cambiar sus hábitos alimentarios por una u otra razón, acude a distintos recursos (al endocrino/a, al nutricionista…) que no suelen tener en cuenta estos fenómenos. Así aparecen comentarios como: “mis amigos quedan a tomar cervezas y tapear, ¿cómo voy a adelgazar así?”, “era el cumpleaños de mi nieto, no podía decir que no a la tarta”, “mi madre está empeñada en que coma todo lo del plato”, etc.
Entonces, para modificar algunos hábitos alimentarios, habrá que tener en cuenta estos aspectos y mostrarse indulgentes. Es cierto que nos gusta comer en compañía, lo que amplía las posibilidades de cometer errores y caer en la tentación; en esos casos, no estará de más enseñar a las personas a planificar su dieta en función de sus necesidades. A una persona que come todos los días fuera seguramente le venga mejor planificar un tiempo a la semana para preparar cenas saludables que ayunar cada noche. Otra persona que disfruta de una amplia vida social y está continuamente asistiendo a cumpleaños y celebraciones, es probable que le resulte útil aprender a compensar su alimentación.
No es cuestión de arruinar la vida social de una persona porque quiera o necesite cambiar sus hábitos alimentarios, en cualquier buena planificación debe existir también tiempo para compartir alimentos con los demás, quizá sea buena idea que la excepción a mi nueva dieta o el permiso que me doy coincida con la quedada semanal con la cuadrilla.
La cultura no se puede cambiar a pasos agigantados, los comportamientos sí. A través de cambios individuales se consiguen cambiar las costumbres culturales. Si no lo crees, pregúntale a personas de generaciones anteriores acerca de la costumbre de comer trabajando, puede que le resulte extraño.
AUTO-IMAGEN
Se refiere a la imagen corporal que cada persona valora que ofrece sobre sí mismo/a a los demás: la forma de su cara, su peso, el tamaño de sus orejas, etcétera. La mayoría de las personas tenemos una auto-imagen distinta a la imagen que realmente perciben los demás.
Cuando esta diferencia es abismal, se pueden desarrollar trastornos como la anorexia o el trastorno dismórfico-corporal. No obstante, muchas personas perciben una amplia diferencia entre su auto-imagen y su imagen que les genera dificultades sin estar sufriendo un trastorno.
Las personas estamos expuestas, explícita e implícitamente, a modelos de imagen corporal presuntamente adecuados o correctos. Mira a tu alrededor en revistas, programas de televisión o anuncios en Internet. Seguramente ofrecen imágenes de hombres y mujeres jóvenes, delgados, altos, con caras simétricas y proporcionadas, con pieles sin manchas, fibrados ellos, esbeltas ellas… Cuando ciertas figuras corporales que siguen determinados cánones se repiten hasta la saciedad, paulatinamente hacen mella en todos nosotros y nosotras –más en algunas personas que en otras- y se convierten en deseables.
Estos modelos, patrones o cánones varían de una cultura a otra y en función del momento socio-histórico; suelen ser más determinantes para las mujeres que para los hombres y aún son más potentes cuando se asocian con metas, valores y objetivos que no guardan relación con ellos (vg. éxito, felicidad, riqueza…). No es raro ver anuncios en los que un hombre perfecto se asocia con un cierto tipo de coche o una mujer perfecta se presenta utilizando determinada lejía. Como si transporte y limpieza del hogar tuvieran algo que ver con el bienestar de las personas. El problema es que estos estándares culturales son cada vez más difíciles de alcanzar, esto es, contribuyen a plantearse objetivos irreales y arriesgados.
Recuerda que la belleza está en los ojos de quien mira. En los cuerpos reales hay tantas características de ser admiradas y deseadas como en los cuerpos de modelos perfectas y perfectos.
Uno de esos imperativos culturales es la delgadez. Perder peso es una de las principales causas que llevan a las personas a desear mejorar sus hábitos alimentarios. En estos casos, debemos plantearnos por qué razones queremos cambiar.
Si nuestro objetivo para cambiar es nuestro propio bienestar, los cambios tienden a mantenerse; por ejemplo, porque nos mostramos más indulgentes con nuestros errores, porque obtenemos satisfacción y felicidad de otras facetas de la vida y porque somos capaces de flexibilizar nuestras metas y expectativas. Por el contrario, cuando nuestro objetivo para cambiar es la necesidad de parecernos a modelos imposibles o peor aún, esta necesidad velada o negada, nuestros cambios en hábitos alimentarios serán menos efectivos (toleraremos peor los errores, centraremos en nuestra alimentación la única fuente de bienestar y plantearemos objetivos y metas que nunca alcanzaremos); y ya hemos hablado de la relación entre comer para paliar emociones y sentimientos negativos.
HABILIDADES SOCIALES
Llamamos así al conjunto de habilidades que utilizan las personas para comunicarse. Incluyen tanto contenidos verbales (nuestro mensaje, las palabras que seleccionamos) como no verbales (tono de voz, expresión facial, postura corporal, etc.).
En nuestros hábitos alimentarios también influyen las habilidades sociales de las que disponemos a la hora de comprar y cocinar alimentos, de decir que no queremos más cantidad, de aceptar críticas hacia nuestra imagen corporal, de emitirlas hacia la imagen corporal de otras personas y muchas más. Existe mucha bibliografía sobre habilidades sociales.
A lo largo de nuestra vida, las personas aprendemos estas habilidades y, en función de la situación, las ponemos en marcha. En estos casos, podemos situar estas habilidades en un continuo entre habilidades inhibidas (es decir, dirigidas a evitar conflictos, a no defender nuestras ideas ni derechos y que primen los de los demás) y habilidades agresivas (es decir, dirigidas a generar conflictos, a defender nuestras ideas y derechos sin tener en cuenta las de los demás). En el punto intermedio, estarían las habilidades asertivas (es decir, resuelven los conflictos respetando en la medida de lo posible nuestras ideas y derechos y los de los demás).
Estas habilidades tienen varios componentes:
- una creencia o pensamiento, generalmente irracional y aprendido mediante procesos como el modelado cultural, que se activa ante ciertas situaciones;
- una emoción o sentimiento asociado a dicha creencia o situación;
- y una conducta que se pone en marcha.
Por ejemplo:
| SITUACIÓN | PENSAMIENTO | EMOCIÓN | CONDUCTA |
ESTILO |
| He decidido que quiero dejar de comer y mi compañero de trabajo pide por mí un postre que no quiero. Se lo digo pero insiste. | No puedo decir que no, por una vez no pasa nada. | Culpa | No digo nada y termino comiendo algo que no quería. | Inhibido |
| Yo decido lo que como. | Satisfacción. | Digo calmadamente: “Siento que lo hayas pedido, pero no me apetece. Otro día compartimos postre” y me mantengo. | Asertivo | |
| No puedo fallar. Tengo que cumplir mi objetivo de perder peso. | Le digo airosamente: “Pues ahora te lo vas a comer tú solo”. |
Agresivo |
| SITUACIÓN | PENSAMIENTO | EMOCIÓN | CONDUCTA |
ESTILO |
| Tengo que ir a comprar fruta fresca y para ello tengo que hablar con la mujer del mercado. Es algo que no me gusta. | ¡Qué vergüenza! Va a gritar mi nombre según me vea. | Vergüenza | No voy al mercado y compro verdura de bote. | Inhibido |
| Es normal que me de vergüenza hablar con ciertas personas, pero he decidido comer más sano. | Satisfacción. | Voy al mercado y respondo con una sonrisa a los gritos de esa mujer. | Asertivo | |
| Esa mujer me grita porque me odia. | Voy a comprar y hablo de mala manera. | Agresivo |
Como vemos, siempre hay alternativas para cambiar las herramientas que ponemos en marcha a la hora de interactuar con otras personas. Obviamente, las personas que actúan con estilos inhibidos o agresivos en situaciones relacionadas con la comida tienden a conseguir sus objetivos (comer menos, comer más sano) en peor medida que las personas que son capaces de defender dichos derechos.
En resumen, es un error reducir la alimentación a simple consumo de comida o a simples hábitos. La alimentación es una dimensión global de cada persona y incluye muchísimas facetas. Cualquier estrategia de cambio dirigida a una sola área está condenada al fracaso. Seguir estrategias de cambio dirigidas a varias áreas y planteadas de una forma menos exigente, contribuirá a que consigamos el bienestar deseado y acorde a nuestras necesidades.
Daniel Santacruz y Julia Silva García. Equipo de Terapia y Más.

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